La crianza bajo velo de flor imprime especiales características organolépticas. El fino mantienen su peculiar estilo mientras se "rocía", es decir, se repone con vino de una criadera más joven, el que se extrae de cada bota. Si deja de rociarse, la flor va desapareciendo, lentamente, y el vino emprende un camino distinto. Inicia una nueva carrera que durará largos años y en la que irá cambiando su color. Su aromas a frutos secos (almendras y avellanas); en boca con notas dulzonas y ciertos rasgos de crianza biológica por su origen como finos.
Elaborados por el clásico procedimiento de crianza biológica bajo el "velo en flor", durante años, en botas del mejor roble, recogidas en naves catedralicias.
Póngalo en su catavino -que este vino en ese envase se bebe- y goce con su color, algunos con ligeras tonalidades oliváceas -que en estas tierras se cruzan las raíces de la vid y el olivo- aprecie la sutileza de su aroma punzantes, de sus infinitos aromas, añadimos.
De aromas salinos, a levaduras y almendras amargas, se diferencian de los jerezanos por ser algo menos secos en boca.
Vino dulce natural, de color rubí oscuro, que se obtiene mediante el soleado previo de la uva del mismo nombre, sometiéndose después a una peculiarísima elaboración. Es un vino puro de pasas, la miel de los caldos montillanos.
No podía ser de otra manera, cuando el fruto de que se extrae es bello y atrayente en sumo grado, por la perfección morfológica de uvas, racimos y pámpanos, y por la delicadeza de la piel que envuelve la suave carnosidad del fruto.
Vino de mucho cuerpo, lleno y aterciopelado, acusadamente enérgico, seco o no muy abocado, cuyo color es caoba, con aromas a pastelería; dulces y sabrosos en boca. Vino con extraordinario olor, savia y riqueza natural extraordinaria, compendio de suavidad y energía. Inolvidable. Su propio olor se viene no solo de los perfumes y aromas que evocan la crianza, el roble y la uva originaria, sino también de buena parte de las cualidades esenciales de su ser vínico, como la fuerza el nervio de vino generoso y pócer.
Conviven en la Denominación de Origen Montilla-Moriles, junto con la variedad Pedro Ximénez, la más extendida, otras viníferas de no menos cualidades: Layren, Baladí-Verdejo, Moscatel y Torrontés; cuyos nombres nos hacen recordar a las cultivadas en otras regiones vinícolas españolas, sin que sus características morfológicas sean parejas, quizás por una adaptación de siglos a las tierras y climas de la Denominación de Origen Montilla-Moriles.
Vinos de la Zona que son etiquetados y consumidos el mismo año de su producción, no han pasado por ningún tipo de envejecimiento ni madera.
Son por lo tantos vinos frescos y agradables al paladar, con una graduación de alcohol, natural, como todos los vinos de Montilla Moriles un poco inferior al fino sobre los 13º. Este tipo de vino cada día gana más adeptos por su frescura y naturalidad, Muchas de las bodegas incluso no filtran estos vinos por lo que se pueden consumier en su verdadero estado Natural.
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