Elaborados por el clásico procedimiento de crianza biológica bajo el "velo en flor", durante años, en botas del mejor roble, recogidas en naves catedralicias.
Póngalo en su catavino -que este vino en ese envase se bebe- y goce con su color, algunos con ligeras tonalidades oliváceas -que en estas tierras se cruzan las raíces de la vid y el olivo- aprecie la sutileza de su aroma punzantes, de sus infinitos aromas, añadimos.
De aromas salinos, a levaduras y almendras amargas, se diferencian de los jerezanos por ser algo menos secos en boca.
Pálido, seco, ligeramente amargoso y de transparente color pajizo, con reminiscencias de topacio y verdoso en los tipos más delicados. Es el prototipo de los vinos de Montilla-Moriles y el más popular a la hora del copeo. Nada menos podía esperarse de tan noble cuna y de tan singular estilo de crianza.
Muy indicado en el aperitivo y para acompañar todo tipo de carnes y mariscos. Imprescindible en la buena mesa.
Es un vino natural y noble que se tolera muy bien, compatible con la cultura la tradición y la buena salud. Consumido con responsabilidad.
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